MÁS ALLÁ DEL RETIRO

Desconectar no es suficiente

Índice

  1. Por qué desconectar no es suficiente
  2. Temporalidad y superficialidad: un respiro efímero
  3. La trampa del escapismo comercial
  4. El retiro original y su propósito
  5. Desconexión vs. integración
  6. La transformación integral y sostenible

Por qué desconectar no es suficiente

En la actualidad, los mal llamados retiros de meditación o bienestar se han convertido en un producto más abierto a la especulación de lo agradable. Sin embargo, cada vez es más evidente que, aunque puedan ofrecer un respiro temporal “de algo”, por sí solos, no suponen una transformación profunda y duradera para los asistentes. Los retiros, en su forma actual, funcionan en muchos casos como un parche que, lejos de activar o consolidar un cambio real, se disipan a las pocas horas, cuando el asistente vuelve a su rutina, como un sueño a lo largo de la mañana. 

Es hora de repensar esta tendencia y cuestionar si desconectar por unos días es suficiente (o incluso necesario) para revertir el claro atrofiamiento y desgana que la vida moderna está infligiendo al sistema nervioso de nuestra sociedad.


Temporalidad y superficialidad: un respiro efímero

Numerosos estudios han demostrado que las intervenciones intensivas, como los retiros de meditación, pueden reducir el estrés y mejorar la atención. Ahora bien, el estudio Meditation Programs for Psychological Stress and Well-Being concluye, por ejemplo, que los programas intensivos de meditación aportan beneficios significativos pero que estos tienden a ser transitorios si no se integran de forma continua en la vida diaria.

El problema radica en que muchos retiros ofrecen una experiencia de desconexión momentánea y dirigida explícitamente al bienestar. Al salir de la vorágine diaria, obviamente uno experimenta una calma que, aunque poderosa, raramente se traduce en cambios sostenidos. Una desconexión temporal puede ser un bálsamo para la persona, pero la verdadera transformación exige la integración constante de la práctica en el día a día. Si un retiro no nos ofrece los recursos para que, al des-retirarnos, nos veamos con el coraje de comenzar a transformar nuestra dinámica, ese retiro ha resultado ser una trampa.


La trampa del escapismo comercial

El auge del bienestar ha llevado a que los retiros se transformen en un producto de consumo. Cuando estallan las modas, debemos darnos cuenta de que la iniciativa original se ha pervertido. De esa ola a punto de romper se aprovechan organizadores y nuevos gurús que, atraídos por la rentabilidad, a menudo promueven retiros que exprimen el mercado hasta su última gota, generando así una oferta masiva para la “desconexión”, sin profundizar en las raíces de la práctica ni el propósito. Este fenómeno, conocido como el “wellness industrial complex”, ha sido analizado en esta publicación de Medium. En ella se destaca cómo la comercialización excesiva puede banalizar lo que originalmente era una práctica transformadora.

La estrategia de marketing, centrada en vender la idea de un escape rápido del estrés, tiende a banalizar el propósito de vincularse verdaderamente con uno, con los demás y con el entorno. Los participantes se suman a la moda, esperando resultados inmediatos sin asumir el compromiso necesario para un cambio duradero. Esta oferta, al igual que un parche, cubre de forma superficial el dolor, dejando intactas las estructuras neuróticas de nuestra sociedad. Esto provoca una frustración general en aquellos que vuelven todavía más desprotegidos y vulnerables a su día a día, llevándolos a la frustración, el dolor y a la necesidad de desconexión con más intensidad que antes. Una droga, vaya.


El retiro original y su propósito

Para recuperar el concepto original de retiro me gusta remontarme a la tradición zen medieval, donde las prácticas contemplativas se articulaban armónicamente con la autogestión y donde la autosuficiencia de la comunidad era una cuestión de supervivencia. Durante el surgimiento del budismo zen en Japón (s. XIII), el monje Dogen Zenji sentó las bases de un modelo de vida en comunidad que integraba la práctica espiritual con el trabajo diario. Estos practicantes, en lugar de depender exclusivamente de la mendicidad, se organizaron para cultivar sus propios alimentos, trabajar en el mantenimiento del monasterio y establecer redes de apoyo mutuo, lo que les permitía alcanzar una mayor autonomía económica y alimentaria. Con el respaldo de algunos mecenas, se consolidó una tradición en la que la vida contemplativa se hacía tangible a través de la acción, fusionando el zazen (meditación) con tareas concretas que fomentaban tanto la disciplina espiritual como una sensación de autosuficiencia. Antes incluso, en el s. VI, más cerca de nuestras raíces latinas, la orden italiana de San Benito estableció el famoso “Ora et Labora” como su lema de vida. Necesitamos recordar de dónde venimos.

El enfoque práctico y autogestionado zen no sólo revolucionó la forma de convivir y practicar en oriente, sino que también sentó las bases para lo que hoy entendemos por retiros con propósito, que lejos de presentarse como simples escapes (y seguro que para más de uno lo fueron), esos espacios se concibieron como entornos de recogimiento y transformación integral, en los que la alimentación, el trabajo manual y la meditación eran partes inseparables de un camino hacia el desarrollo personal y comunitario.


Desconexión vs. Integración

Así pues, un retiro tal y como lo entendemos hoy, implica una diferenciación de la cotidianidad moderna. Esta ruptura, aunque necesaria para generar una experiencia impactante, puede resultar contraproducente si no se integra la práctica en la vida real. Como instructores y practicantes con experiencia, sabemos que la verdadera transformación se produce cuando lo aprendido se traslada a la cotidianidad, cuando la actitud se aplica al día a día, a los quehaceres, al cuerpo en diferentes ocupaciones y a los vínculos. Si no es así, simplemente se desvanece, no cuaja.

La solución pasa por reestructurar el modelo en base al original: no se trata de “desconectar” para luego reconectar, sino de darnos cuenta de que la desconexión está ahí constantemente. Por eso en Medita Natura integramos en una misma convivencia meditación, psicoterapia y el trabajo de campo encaminado a una mayor autosuficiencia.


La transformación integral y sostenible

Apostamos por un modelo integral que combina meditación, acompañamiento psicoterapéutico y convivencia agro-sostenible porque en Medita Natura proponemos un camino de transformación real, donde cada experiencia se convierte en una oportunidad para aplicar la atención plena. ¿Significa eso que debemos ser infalibles? Por supuesto que no. El camino está ahí para andarlo. Nuestro compromiso y responsabilidad se centra en la integración de prácticas que fortalecen tanto al individuo como a la comunidad, promoviendo un cambio profundo que se refleja en la regeneración de los vínculos humanos y del entorno.

Si buscas una alternativa al escapismo temporal, una vía para la transformación que vaya más allá de una simple pausa, Medita Natura es tu espacio. Aquí, la atención plena se convierte en una forma de vida, y la convivencia en el fondo que sostiene una transformación social duradera.

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